Pierde el hombre, por más que nos asombre,
su esencia, pues debido al fanatismo
termina por perder su digno nombre
y lucha sin cesar contra sí mismo.
El odio le convierte en una fiera
que ataca sin motivos ni razones,
por que triunfe lo suyo comoquiera
callando a los demás sus opiniones.
Se apropia de lo ajeno y lo hace suyo
llegando si es preciso hasta la muerte
y al chulesco pensar le llama orgullo,
siendo en realidad “ley del más fuerte”.
Carente de argumentos, se comporta
como una bestia inmunda y no le importa.