A nadie vas a oír “linda y querida”
con el mismo dulzor que yo lo digo
ni tendrás el aliento de otro amigo
como tienes el mío, de por vida.
Siempre has sido mi musa preferida,
a la que más elogios la prodigo,
y entrando por la puerta o el postigo
entre mis versos siempre estás metida.
Me extrañarás cuando me marche al fin
de este mundo hasta el último confín
y en mí pondrás frecuentemente el foco
e incluso a solas llorarás mi ausencia,
al recordar que fuiste referencia
para un poeta al que volviste loco.