Cuántas veces me tengo que tragar
montones de amargura y de tristeza,
sin poderlas sacar de mi cabeza
por mor de no quererme abandonar.
A veces lo consigo, tras luchar
para dejar a un lado la flaqueza
y poner el denuedo y la firmeza
que hay que exhibir para poder ganar.
No quiero ofrecer penas ni dolores,
sino optimismo y muchas alegrías
a todo el mundo que hasta mí viniese,
haciéndolo además de mil amores,
pues no me gusta hacer de jeremías
porque en tal caso lejos se me fuese.