CUANDO PIENSO EN EL TIEMPO PERDIDO.
Cuando pienso en el tiempo que he perdido
los ojos se me llenan de tristeza
y gran pena recorre mi cabeza
por no poder echarlo hacia el olvido.
Siento que muchas cosas se me han ido
y ahora, recordando su belleza,
veo que cometí la gran torpeza
de no estar siempre bien apercibido.
Si acaso las hubiera conseguido
las hubiera gozado con certeza
y no estaría ahora adolorido
por dejar escapar a tanta pieza
sin haberlas, al menos, perseguido
con ahínco y con lógica presteza.