Miramos con total indiferencia
todo cuanto acontece a nuestro paso;
ni siquiera al dolor hacemos caso,
si no es propio, por falta de conciencia.
Lo ajeno nos parece menudencia
y el interés por ello es bien escaso,
porque ya ni siquiera un “por si acaso”
nos mueve a comportarnos con prudencia.
La insolidaridad está en abundo
y ya nadie por nadie hace un favor
sin que por medio un estipendio exista
y pasa por desgracia en todo el mundo,
porque donde no hay malo, lo hay peor
y va creciendo más, ¡Dios nos asista!