Cada uno su Dios se ha fabricado
haciéndolo a su propia conveniencia
y así es amo y señor de su conciencia,
para juzgar conforme a su dictado.
De este modo y manera, ni un pecado
comete, según él y en consecuencia
transcurre en paz y gloria su existencia
por esas facultades que se ha dado.
Está tan convencido, que ha llegado
hasta incluso a creer en su inocencia
y vive totalmente encastillado
viendo de los demás la diferencia
y no tan pocas veces se ha burlado
de lo que significa penitencia.
Al final y en esencia,
cada cual quiere ser juez y jurado
y juzga a los demás sin ser juzgado.