Dedico a esa viejita encantadora
que encuentro en mi camino cada día,
la letra de esta humilde poesía
que al recordarla por mi pluma aflora.
Siempre la encuentro y a la misma hora,
de paso a la habitual panadería
y si acaso la pido que sonría
lo hace con mucho gusto y sin demora.
Me atraen y además sobremanera
sus ojos vivarachos y azulados
que hasta en el cielo harían buen encuadre,
y a veces pienso que tal vez pudiera
haberlos visto en tiempos ya pasados
en la faz bondadosa de mi madre.