Mar verde
Desde mi ventana veo el mar verde,
un océano de montañas que respira,
olas inmensas que no cesan su viaje,
los Andes se alzan como espuma eterna.
Las cimas son olas detenidas,
el viento las empuja, las acaricia,
susurros de rocas que no duermen,
rumores de alturas que arrullan el cielo.
Las montañas, gigantes, se mecen despacio,
suben y bajan en el ritmo de los siglos,
olas de piedra que rompen en el horizonte,
un vaivén silente que inunda los ojos.
Sus picos son crestas, afiladas, vivas,
sus valles, abismos que el tiempo devora,
y yo, pequeño, ante este mar inmenso,
navego desde mi ventana por sus verdes aguas.
Aquí no hay naufragios, solo el eco del viento,
las olas de roca se alzan y caen sin espuma ni sal,
pero con la fuerza de saber que estas cordilleras
nacieron hace tiempo en lo más profundo del mar.
