Ella fue diferente,
inquieta, intrépida,
no necesitó agacharse
para cruzar la barrera
aunque viniera el tren.
Con los años, alguna madrugada,
los zorzales con su canto
le enseñaron a volar.
Entre nube y nube
bajaba a compartir la mesa.
Hace tres años no respeta horarios.
sus amigos la ven tan feliz
que ninguno se atreve a avisarle.
Tengo casi la certeza que mi madre, aún,
no se ha enterado de su muerte.