Sor Lyrio era una monja de lánguida mirada
con formas pubescentes y una blancura astral:
Sor Lyrio dirigía, piadosa y resignada,
la “Sala de San Bruno” en un viejo hospital…
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Su blanca mano suave, era solicitada
por todos los enfermos, para aliviar su mal...
porque Sor Lyrio era, como una iluminada,
que retrataba el cielo en su carita oval.
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Su historia, era una historia de todos ignorada:
pero las malas lenguas corrian el rumor…
de que estaba entre monjas por cuitas de amor.
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Sor Lyrio de esas cosas no dijo nunca nada;
pero amorosa historia tenía Ella guardada,
pues al oír los dichos, prendíase en rubor.
II...
Y sucedió que un día –enfermo y macilento–
a la “Sala San Bruno” un buen poeta entró:
y era joven, tan dulce, lleno de sentimiento,
que a la santa Sor Lyrio el alma cautivó...
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Después de algunos días tuvo el presentimiento
de algo inmotivado, que la ruborizó;
pero a pesar de todo, con cariñoso tiento,
como a ningún enfermo, Sor Lyrio lo cuidó.
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Tan milagrosas fueron sus manos de alabastros;
tanto su santa boca a Dios lo encomendó,
que prodigiosamente el bardo mejoró.
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Pero las malas lenguas, que siempre buscan rastros,
murmuran que Sor Lyrio, en una noche de astros,
por su piedad vencida, con el poeta huyó...