La dulce mañanita, los gorriones
que vienen a las migas uno a uno
acompañándonos al desayuno
con cuerdas de Vivaldis y Albinonis:
sus saltitos cimbrando los cordones
que cruzan la azotea, y de consuno
su desayuno y nuestro desayuno
santificando el día con los dones
sencillos del de Asís, así el café,
la leche, el pan, la luz, son pura fe,
con algo de fragancia campesina
y un toque de ventana donde pienso:
pareja tan feliz parece un lienzo
que se va tintineando en la neblina.