Papá y yo coleccionamos juntos libros de política. En sus idiomas originales. Por aquí andan viejas ediciones, dispuesta entre la noble caoba, de Hayek, Von Mises, Berlin, Friedman, Salisbury, Hume, Locke, Burke, René Girard, Rémi Brague, Robert Spaemann, Fabrice Hadjadj. También volúmenes -nada intonsos-, de Menger, von Böhm-Barker, von Wiese, Lachmann, Kauder, Jay Nock, Chamberlein, Chodorov, Nisbet, y Aron, Polanyi, Ropke, Rueff, Oakeshott, Strauss, Voegelin, Jouvenel, Ortega, Weaver. Tenemos a Kirt, y a Viereck, a Weber,o Julián Marías, Gómez Dávila, Balmes, Donoso Cortés y Bonald. Una surtida biblioteca del pensamiento diestro más capaz e inteligentemente suficiente. Me voy a poner las botas.
¿Me cansaré de tanto leer? Ni que leyéramos corriendo...
Es sabido el abajamiento que la democracia cultural provoca. En una sociedad de masas hay más cultos, pero los cultos son infinitamente más incultos que antaño. Las élites (periodistas, escritores, profesores, políticos, clérigos, empresarios, etc...) carecen de vigor y ejemplaridad, de fuerza y altura intelectual.
El auténtico espíritu clásico es una abertura a la inteligencia y la vida, a la inteligencia del mundo y la naturaleza. Estudiar derecho romano, latín, filosofía aristotélica, arte griego, no es óbice para aprender informática, lenguas modernas, ciencia cognitiva. Lo nuevo no se opone a lo viejo, se complementan con sabiduría. No es gratuita o peregrina la clasicidad, sino que permite la capacidad de juicio, la elaboración del razonamiento, el don del discernimiento. Y la capacidad de juicio es la premisa inexcusable de la libertad y la moral.
Observo una defenestración o devaluación en la capacidad de juicio de las élites democráticas. El clima cultural que irradian es decadente, pobre, bobo y anecdótico. No hay en su mente algo así como las pilastras de granito de la civilización, sino nebulosas a veces pueriles, a veces frívolas, con frecuencia vaporosas y huecas. Mucha información y poco conocimiento, algún conocimiento y ninguna sabiduría. O hay un rearme educativo fuerte (una nueva ilustración) y unas élites con sustancia o nos vamos al garete. Aunque bien pensado la decadencia empezó cuando se generalizó la escuela pública y gratuita, cuando muchos quisieron y entraron en la Universidad. Los prebostes de Eton y Oxford a cambio del pensamiento magazine tertuliano. Y encima las masas pidieron el sufragio universal. Acabáramos...