Christian Sanz Gomez

Efectos particulares del periodo moderno

¿Qué hago aquí sin libros ni poetas? Debo irme
más allá de la frontera, a un monte naranja.
 
Aquí la Polis hiede de demasiada mugre,
aplastada por olas de imbecilidad que vadean los ríos,
donde ennegrecen los centros nerviosos de las aves
y cuadros esotéricos con serpientes cuelgan de los museos.
 
Baja Jerjes a la ciudad con todo su séquito. Parásitos
recubren vidriosos los bosques de encinas. Ni uno solo,
ni uno solo tiene los ojos puestos en los astros, ni uno solo
afila su pensamiento por volar sobre la multitud,
ni uno solo no deja de talar árboles obsesivamente
diciendo que apestan a luz y ruiseñores.
 
Aquí la Mueca Retumbante, el Ocaso
Gris de Grosellas y Tordos, la Helada
Agua que Galopa una Noche de Mentira.
Con el fuego apagándose en las fraguas,
y espesos bibelots kitsch hormigueando en los estantes
de las bibliotecas. Turismo, clases de deporte
y sexo, suplantan a la historia del arte, un sentimentalismo
obligatorio llena los ojos de estos pajarillos disecados, el lodo
amasado en pus asfalta las calles, el sopor somnífero del opio
y el efecto balsámico de la televisión, arrastra todo
como un alud de inercia mediocre, estúpida y embrutecida.
 
La gentuza se rellena de mero miedo a la libertad,
a sí misma, a la soledad, y a la grandeza.
La consolación del dinero desbanca a la consolación
del estudio. Sobre la nieve ovoides huellas fecales.
 
Debo caminar y caminar, y llegar al mar lo antes posible,
debo sumergirme en aguas azules, robles y campos de estrellas.
¿Acaso no es un bosque un gran sitio para ir a vivir?
¿Estaré solo, o con Drake y también con Walter Raleigh?
¿Acaso no es una cabaña en el bosque el mejor lugar para vivir?

Papá y yo coleccionamos juntos libros de política. En sus idiomas originales. Por aquí andan viejas ediciones, dispuesta entre la noble caoba, de Hayek, Von Mises, Berlin, Friedman, Salisbury, Hume, Locke, Burke, René Girard, Rémi Brague, Robert Spaemann, Fabrice Hadjadj. También volúmenes -nada intonsos-, de Menger, von Böhm-Barker, von Wiese, Lachmann, Kauder, Jay Nock, Chamberlein, Chodorov, Nisbet, y Aron, Polanyi, Ropke, Rueff, Oakeshott, Strauss, Voegelin, Jouvenel, Ortega, Weaver. Tenemos a Kirt, y a Viereck, a Weber,o Julián Marías, Gómez Dávila, Balmes, Donoso Cortés y Bonald. Una surtida biblioteca del pensamiento diestro más capaz e inteligentemente suficiente. Me voy a poner las botas.

¿Me cansaré de tanto leer? Ni que leyéramos corriendo...

Es sabido el abajamiento que la democracia cultural provoca. En una sociedad de masas hay más cultos, pero los cultos son infinitamente más incultos que antaño. Las élites (periodistas, escritores, profesores, políticos, clérigos, empresarios, etc...) carecen de vigor y ejemplaridad, de fuerza y altura intelectual.

El auténtico espíritu clásico es una abertura a la inteligencia y la vida, a la inteligencia del mundo y la naturaleza. Estudiar derecho romano, latín, filosofía aristotélica, arte griego, no es óbice para aprender informática, lenguas modernas, ciencia cognitiva. Lo nuevo no se opone a lo viejo, se complementan con sabiduría. No es gratuita o peregrina la clasicidad, sino que permite la capacidad de juicio, la elaboración del razonamiento, el don del discernimiento. Y la capacidad de juicio es la premisa inexcusable de la libertad y la moral.

Observo una defenestración o devaluación en la capacidad de juicio de las élites democráticas. El clima cultural que irradian es decadente, pobre, bobo y anecdótico. No hay en su mente algo así como las pilastras de granito de la civilización, sino nebulosas a veces pueriles, a veces frívolas, con frecuencia vaporosas y huecas. Mucha información y poco conocimiento, algún conocimiento y ninguna sabiduría. O hay un rearme educativo fuerte (una nueva ilustración) y unas élites con sustancia o nos vamos al garete. Aunque bien pensado la decadencia empezó cuando se generalizó la escuela pública y gratuita, cuando muchos quisieron y entraron en la Universidad. Los prebostes de Eton y Oxford a cambio del pensamiento magazine tertuliano. Y encima las masas pidieron el sufragio universal. Acabáramos...

Otras obras de Christian Sanz Gomez...



Arriba