Cuantiosas maravillas hay en el mundo,
cuantiosas desgracias e injusticias.
O todo es vacío, o todo es profundo,
o tal vez no hayan visto lo que yo sí ví.
Pues cuando yo la ví me olvidé de todo,
cuando la escuché me llenó de gozo,
un gozo tan grande y espectacular,
como ella misma, quizás.
O más bien dejen que les describa
Lo increíble que resultó ser.
Pues este hermoso ser de corona invisible,
se adentró en mi pensamientos, no, no.
Se adueñó de ellos.
Su tierna e inocente mirada, paradojicamente,
me sugirió travesuras.
Pues en ella se fusionan el amor y la pasión.
Y sus hermosos labios ¿como son?
Pues hermosos, un producto inigualable,
llenos de perfección, belleza y simetría,
Y por supuesto lleno de hechizos,
de magia y brujería.
Pues si no cómo se explican, las ganas que tengo de besarlos.
Tal vez, y sólo tal vez.
Esa vez en que la explicación más sencilla,
la encuentre en su anatomía.
Pues sin lugar a dudas y fiándome de mi lógica embriagada de locura,
es allí dónde se albergan la cúspide de la belleza física,
un camino al clímax, al éxtasis. Y la razón de mis deseos,
que al desear no razonan, pues ya he dicho de qué me fío.
Su cuerpo, mi prisión. Y yo, prisionero.
Honesto eso sí, pues de allí, salir no quiero.
Cierro los ojos y la veo, y no entiendo.
No entiendo nada... Pero no importa,
está bien así.
Muchas veces me pregunto que me ocurre,
por qué será tan perfecta.
En realidad creo que lo sé.
Porque ella es una reina y yo un simple poeta.