Los lugares sagrados de América del Sur
estarán al cuidado de las maestras
quechua y maya.
Llegarán los héroes y civilizadores,
los inocentes y pervertidos,
y después de tres meses o años de espera,
las maestras decidirán quién puede
o no visitar los santuarios.
Así los lugares sagrados
no serán entorpecidos
y sus lenguajes volverán
a moverse entre las piedras
y los centros naturales de energía
donde los incas tiraban besos al sol
volverán y las flores más raras del Urubamba
no tendrán más miedo de brotar
para tocar los pómulos sangrantes
de las vírgenes del sol.