Carolina Coronado

Sobre la guerra

Nos ha dado el Señor cielos hermosos
con luz, por que los ojos alumbremos,
y nosotros los pueblos ingeniosos
con humo del cañón la oscurecemos.
 
Nos ha dado unas tierras deliciosas
donde las vidas sustentar podamos,
y nosotras las gentes belicosas
con sangre de los nuestros las regamos.
 
Nos ha dado suprema inteligencia
para adorar su ley mientras vivimos,
y nosotros negamos su existencia
y de la propia nuestra maldecimos.
 
Nos ha dado pasiones generosas
y odiándonos vivimos en la tierra;
«almas, nos dice, paz, sed venturosas»
y respondemos «infortunio, guerra!»
 
Guerra al Oriente, guerra al Mediodía,
por cuanto abarca el sol guerra sangrienta;
nuestra campana eterna de agonía
por las batallas sus minutos cuenta.
 
Hacen trocar los siglos pasajeros
leves, imperios, religiones, todo;
pero la horrible estirpe de guerreros
tiende su rama del egipcio al godo.
 
¡Oh de asesinos fuerte monarquía
de siglo en siglo trasmitida viene;
reino antes de Moisés tal dinastía
y aun después de Jesús príncipes tiene!
 
Un perpetuo clamor son las naciones;
toda la humanidad es solo un grito;
cansado de sufrir generaciones
el mundo está, y cansado el Infinito...
 
Tiende ¡oh paterno mar! tiende los brazos
y, por piedad de nuestros hondos males,
de la tierra los míseros pedazos
abisma entre tus formas colosales.
 
Tal vez al arrollar el viejo mundo,
tus soberanas moles avanzando,
otras tierras mejor desde el profundo
se irán a tus espaldas levantando.
 
Aquí están las semillas corrompidas,
a Dios no pueden dar ya fruto bueno,
y pues a Dios no sirven nuestras vidas,
¡húndenos mar, te servirán de cieno!
 
Ermita de Bótoa, 1846

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