Para quien me descubrió con un amor de amistad e inmortalizó ese momento.
Alguien me escribió. “Uno nunca quiere regresar a su realidad”. Me dejó pensando y en el buró de memorias encontré esta, no por suerte, no por habilidad, sino por cercanía y emoción. Y en medio de esa tan fuerte aseveración (“uno nunca quiere regresar a su realidad”) yo creo que la mejor estrategia mas para purgar un dolor es solo emanciparse de él, ahogándonos en el recuerdo y ~esperanza~ melancolía, esperando que vuelva a suceder.
En historias sobre café y momentos existe una que pasó hace rato. Has ido a Tierra Garat? Es muy bueno y hay unos mochas y tés que rifan mucho. Nosotros, dos, fuimos ahí. Estábamos platicando de varias cosas, filosofía, política, economía, amistades, amores, problemas y uno que otro tabú, etc... todo de lo que vale la pena hablar, pues. Paso el tiempo y entre ideas se acercó un señor a paso dudoso, extraño, y lo vi de reojo. Antes de siquiera voltear hacia él deslizó un dibujo. Era un barbón y una chica con lentes trazados a pluma verde, con la leyenda: “Mientras dialoguemos abra forma de ver posibilidades”. Sí, abra y no habrá, ya te imaginarás porqué... paso seguido le invite algo de la cafetería y nos formamos. En esperas famosísimas siempre recordaré la de esa fila, el preámbulo para dar un poco de lo mucho que nos había dado ese extraño. Me preguntó qué estudiaba y acto seguido lanzo interrogantes sobre la inflación, Rusia, Ucrania y el panorama a corto y mediano plazo. Sin querer, en ese momento, yo, estaba trazando un dibujo para darle. Pocas veces como esas he tenido tantas ganas de saber más para dar más. En fin, nos despedimos y regrese a la mesa. Ahí mantuvimos el silencio con una sonrisa y por alguna razón dije: “Cosas que no suceden dentro de una biblioteca”.
Con mundos tan mágicos ahí fuera, uno nunca quiere regresar a su realidad (si está existe...)