Nada conmueve más que aquella silla
Que el pintor ha dejado ya inconclusa,
Quizás imaginando la difusa
Maraña de la luz, la pesadilla
De vivir nada más con una oreja.
Nada perturba el cuadro; la agonía
La sentimos nosotros; la agonía
De él no existe. La silla tan perpleja
Sigue en su tiempo inconmovible y sola.
Poco importa la pipa que figura
Inaccesible al humo que no puede
Alzarse del dibujo. Triste y sola
Ha de quedar por siempre en la pintura,
La silla que otra suerte ya no puede.