Carlos Manuel de Céspedes

Amor callado

Más bella es la mañana,
un sol más puro el horizonte dora,
cuando ligera, ufana,
gentil y seductora,
al prado vas, lindísima cubana.
 
Tu rostro peregrino,
tu talle esbelto que la brisa ondea,
ese fuego divino
que vivo centellea
en tus ojos al rayo matutino:
 
Y ese pie que liviano
la verde yerba y margaritas huella,
y tu artística mano
la gracia que destella
todo tu ser, querube americano;
 
Esa aureola ardiente
que en torno te rodea esplendorosa
¡oh, estrella refulgente!
¡oh, purpurina rosa!
¡oh, azucena del trópico inocente!
 
Cual palma en la pradera,
flexible, airosa, tu cintura meces:
de nuestra edad primera
una ilusión pareces:
¿quién no ha de amarte, virgen hechicera?
 
¿Quién al ver tu mirada,
quién al oír tu voz pudo ser yelo?
De todos adorada
Cruzar el triste suelo:
¡a todos seas como a mí sagrada!
 
Yo te amo delirante:
eres mi bien, mi dicha, mi tesoro:
vuelve a mí tu semblante:
las penas que devoro,
no aflijan más a tu infeliz amante.
 
Mas si mi amor fogoso
pudiera acaso envenenar tu suerte...
¡oh! pase silencioso,
y sufra yo la muerte,
y sea tu caro porvenir dichoso.
 
Pisa feliz la yerba
sin encontrar la sierpe allí escondida:
risueña te conserva:
la senda de la vida
floreo tan sólo para ti reserva.
 
Pero insensible y varia,
cuando el bullicio de la corte vuelva,
no olvides que en l selva
por ti eleva de amor una plegaria.

(1852)

#EscritoresCubanos 1852 Bayamo,

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