Diversas Facetas de un Rostro Aterciopelado - 2022
El circo más maravilloso hizo parada en la ciudad, al llegar el telón bajó, y al instante salieron dos leones, con su domador, dispuestos al primer acto, sin una bienvenida
previa, directo a la acción. Todos en la sala aplaudieron, sintieron la adrenalina con su
rugir, rozaron el éxtasis con cada latigazo, sonrieron satisfechos con su divertimento.
Las bestias saltando por aros en llamas, corriendo de aquí para allá, como si fueran mascotas; al irse no quedaron más que estridentes gritos y armoniosos aplausos.
El segundo acto se aproximó: la mujer que resiste balas. Tan específico el nombre, un tanto fantasioso, pero todos rompieron la alcancía con tal de verlo con sus propios ojos. Antes de que empezara, advirtieron que probablemente sea lo más increíble que verían en sus vidas. La mujer salió tras la premisa, vió al público con las manos en alto,
aplausos y vitoreos rompieron el silencio, que rápidamente resucitó.
Rápidamente sacó un arma y se apuntó en la cien, tan simple como eso, sin titubear, ni una sola expresión de terror, solo se apuntó, y luego de un minuto de silencio, explotó... cayó al suelo, aunque no se vió ninguna mancha de sangre, aunque era demasiada información para ser procesada tan repentinamente, que todos se pararon de sus butacas para comprobar el bienestar de la mujer.
A los pocos segundos se levantó del suelo, y, nuevamente, fue el hito de la magia. El tercer acto de la noche nos sorprendió con un título fascinante: el escapista. Un vulgar plagio de Houdini pensé, y mis sospechas fueron desmentidas al instante. Dos asistentes colocaron una diminuta caja de cristal en el medio del escenario, mientras que un hombre, sumamente delgado, se introdujo en ella.
La llenaron de cadenas para luego alzarla en los aires, y colocaron un cronómetro. Este hombre debía salir de esa pequeñísima caja de cristal, en menos de un minuto, doblado cual origami, y encadenado, siendo prisionero de la caja.
Entre el público se repitió el mismo ritual de guardar silencio durante el acto, y explotar antes y luego del mismo, algo que se había adoptado en todas las presentaciones. El silencio gobernó la sala mientras que el hombre intentaba escapar.
A los 20 segundos vimos cómo se libró de las cadenas de sus manos, facilitando todo el trabajo, y todos se pararon a alentarlo a que lo concluya. A los 25 segundos veíamos cómo se iba desdoblando lentamente, al pasar el tiempo, iban cayendo las cadenas que lo envolvían. Aunque a los 30 segundos pasó lo impensado. Atentando contra lo planeado, las cadenas que sostenían la caja en el aire cayeron, con él, el hombre, que aún seguía un tanto doblado.
El espectáculo concluyó con gritos, pero no de los esperados por todos, los leones ya enjaulados, la mujer en su camerino, y el público traumatizado. Un desfile de sangre hizo que el fabuloso circo cerrara sus puertas, y que nunca más vuelva a ver la luz del sol, pero siempre durará en la mente de todos los que asistimos esa noche como los leones saltaban de aquí para allá... valió la pena pagar los boletos para el circo.