Cuando en la tarde propones
tu memoria entre las plantas
parece que te levantas
en medio de tus canciones.
No es la música que impones
a ese verde en la floresta
ni es tu mano siempre puesta
sobre el tiempo, sembrador,
lo que me funda el amor
y cambia la tarde en fiesta.
Es algo que trae la espuma
del crepúsculo en que vienes:
como si tú con las sienes
me sacaras de la bruma.
Mas, luego cuando se esfuma
ese sol en que te acodo,
y el jardín es sólo un modo
de agonía que te nombra,
y la tarde es una sombra:
desapareces del todo.