Retrocedió la mano, temblorosa
entre llanto de profunda amargura...
Solitaria, y oculta entre la espesura
moría silente una áurea rosa.
Brotaste en el infierno flor hermosa
y no lo resiste tu esencia pura,
que brotar rodeada de angostura
te sepultará en una negra fosa.
Te mueres, y contigo los martirios
que soportaste en celebrada calma
para aliviar el dolor de mi estado.
Y aquí me quedo yo, con mis delirios...
Arrancando el vil abrojo del alma
que aguarda confusa el nuevo sembrado.