En "El Golem", el rabino Judá León, ansioso de saber lo que Dios sabe, crea al Golem, un simulacro de hombre. Al ver los resultados de lo que ha hecho, se arrepiente de su acción. Ve la imperfección de su creación y lamenta haber agregado otro "individuo", otro hilo a la red de las causas y los efectos del universo. Esa red es una madeja, que se extiende y se pierde en el infinito. Cada persona nueva, cada elemento nuevo, cada cosa, cada símbolo, es causa de infinitos efectos en la madeja de las causas y los efectos. Los individuos imperfectos, como el Golem, pueden causar efectos dañinos, efectos que a su vez tendrán otros efectos, y así infinitamente. (Véase la nota histórica sobre los golems en la sección DESPUÉS DE LEER. Para seguir conociendo variantes sobre el tema de la red de las causas y los efectos del universo, véase también "El jardín de senderos que se bifurcan", y otra ficción de Borges, "La otra muerte".)
Borges termina su poema trazándonos una analogía entre los sentimientos de Judá León al ver a su creación, tan imperfecta, y los sentimientos de Dios al ver a la suya: el mismo rabino Judá León. Si al rabino le duelen las imperfecciones de su creación, el Golem, ¿cuánto más le dolerán a Dios las imperfecciones del hombre? En este caso, la imperfección señalada por Borges es la presunción de Judá León de haber asumido la condición de Creador, creando un fenómeno que será causa de graves daños en el mundo.
* griego en el Cratilo: invoca a Platón y su "Cratilo"\r\n\r\n