A la materna Tierra que cintila
en la informe tiniebla, cual pupila
de leopardo, le pedí la fuerza
pánica de cantar su alma dispersa.
Pues poeta cosmógrafo con sabia
voz quise hablar de su incansable savia
y descubrir sus alas misteriosas
en la naturaleza de las cosas...
¡Alto designio que el amor destierra!
que ¡ay! en la cruz de más humilde estado
tan sólo hablé de mi pasión humana.
Porque sólo una cosa vi en la Tierra:
mi alma llena de sí, que ciega y vana,
va como un serafín avergonzado.