A los pies de los álamos la brisa
aquí y allá las hojas secas junta;
claro el retoño en la corteza apunta
como la dentadura en la sonrisa.
En la paz de la hora, meridiano
suena el zumbido sordo del insecto
y casi embriaga su áspero y directo
rumor, que ni está cerca ni es lejano.
Voy por la rumorosa vastedad
de la floresta clara y retoñante,
piadosa en su elocuente soledad;
y en tan dulce vagar no sé qué quiero:
soy feliz como nunca, estoy delante
de lo deseado... ¡y sin embargo espero! .