I
Entra la aurora en el jardín; despierta
los cálices rosados; pasa el viento
y aviva en el hogar la llama muerta,
cae una estrella y raya el firmamento;
canta el grillo en el quicio de una puerta
y el que pasa detiénese un momento,
suena un clamor en la mansión desierta
y le responde el eco soñoliento;
y si en el césped ha dormido un hombre
la huella de su cuerpo se adivina,
hasta un mármol que tenga escrito un nombre
llama al Recuerdo que sobre él se inclina...
Sólo mi amor estéril y escondido
vive sin hacer señas ni hacer ruido
II
También el subterráneo manantial
en su lecho de jaspe prisionero,
sufre, pero después rompe el venero
gorjeando ante la lumbre celestial;
recata un terciopelo funeral
el rostro rosa de la aurora, pero
también la aurora al fin rasga el severo
luto nocturno y ríe en el zorzal;
mucho tiempo en el surco está dormido
en laborioso sueño el útil grano,
y engarza al fin la espiga en el verano;
también mi amor estéril y escondido,
se levanta en su noble estampa humana
de pie sobre la estrofa castellana.