Cuando nuestro silencio se deshoje
como en ociosa mano un crisantemo,
ya no será mi voz esa que escoge
para decir su angustia el bien supremo.
Y si otra vez en esta vida blanca
como un sudario, te volviere a ver,
¿tendrán mis ojos la mirada franca
que vio tu adolescencia florecer?
También si nuestras manos se aproximan
serán como palabras que no riman
o como dos latidos siempre alternos.
Pues un día ha pasado sin soñarte,
día que inexpiable y fosco parte
la tácita unidad de parecernos.