Gertrudis Gómez de Avellaneda

A mi madre

En el primer día del año de 1841

¡Detente, viento del Norte,
Que el crudo invierno desata!
No más impelas las nubes,
Velando del sol la llama,
 
     Ni del árbol ya desnudo
Destroces las secas ramas,
Ni del arroyo tranquilo
Turbes las ondas de plata.
 
     No más en el mar airado
Levantes fieras borrascas,
Ni arrastres cuál leve pluma
La nave que incierta vaga.
 
     Tu raudo curso suspende
Y el triste silbido acalla;
Que un mensaje de ternura
Quiero entregar á tus alas.
 
     Recíbelo, y después vuela
A la orilla perfumada
Que con sus ondas fecundas
El Bétis risueño baña.
 
     ¡Allí respira el objeto
De mi cariño entusiasta!
¡Allí mi amiga indulgente!
¡Allí mi madre adorada!
 
     Llévala los puros votos
Que por ella forma el alma,
Hoy, que asoma un año nuevo,
Y otro el abismo se traga.
 
     Dila que guardo de aquél
Memorias dulces y santas;
Porque son de su presencia;
Porque á su vida se enlazan.
 
     Díla que al nuevo —que miro
Comenzar hoy, á distancia
Del caro tecbo materno
Que tanto afecto me guarda —
 
     No pido, no, me prometa
Placeres —que anhelé ávida —
Ni laureles de la gloria,
Que objeto fué de mis ánsias;
 
     Sino solo una sonrisa
De bienhechora esperanza,
Que me anticipe el contento
De volver ¡ay! á abrazarla,
 
     Dila que mi mente enfrían
Los soplos del Guadarrama,
Y de esta corte el tumulto
A mi agreste musa espanta.
 
     Dila... mas no; que no sepa
Cosa que turbe su calma,
Y de sus ojos queridos
Pueda arrancar nuevas lágrimas.
 
     Llévala sólo caricias;
Llévala dulces palabras...
¡Vuela veloz, y no temas
Desconocerla al hallarla!
 
     Si ves hermosa matrona,
Erguida como la palma,
Frente pura, grave paso,
De halagadora mirada,
 
     Que consuela á los que sufren
Y á los débiles ampara;
Que al que calumnian defiende,
Y protege al que maltratan...
 
     Si encuentras en santo templo,
Humilde al pié de las aras,
Una figura apacible
Con negros tules velada;
 
     Si —entre el velo trasparente
De sus hermosas pestañas —
Furtiva lágrima rueda,
Que su fervor te declara...
 
     ¡Es ella! mi tierna madre,
La luz que mi noche aclara,
Y el ángel que me custodia,
Y el corazón que me ama.
 
     ¡Es ella! con mis suspiros
Llega rendido á sus plantas,
Y tráeme ¡viento del Norte!
Los ecos de sus plegarias.
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