Bástete, o Francia, la gigante gloria
Con que llenó tus ámbitos el hombre:
Bástete ver en la brillante historia
Unido al tuyo su grandioso nombre:
Bástete el monumento soberano
Do su potente mano
Grabó en el bronce un sello perdurable;
Mas deja, deja al mundo
Ese sepulcro solitario, austero,
Donde el hado severo
Guarda al coloso de ambición y orgullo
Entre esas peñas áridas y solas,
Mientras el mar con turbulento arrullo
Quiebra a sus pies las espumantes olas.
¡Déjale allí! ni cantos ni plegaria
Suenan por él en el peñasco rudo
En torno de su tumba solitaria;
Mas elocuente en su silencio mudo.
¡Déjale allí! sin comitiva, aislado,
Duerma en su roca estéril y sombría
El Rey sin dinastía;
No en panteón estrecho sepultado
Oiga ¡oh París! tu bacanal ruido,
Entre regios sepulcros confundido.
Su tumba es Santa Helena:
Los nombres inmortales
De Arcola, de Austerlitz, Marengo y Jena, 1
No llegan a turbar su austera sombra,
Ni la columna altiva
Protege con sus águilas la tumba,
Ni el clarín suena ni el cañón retumba:
Mas allí el mundo mírale, y se asombra,
Más que de sus victorias y laureles,
De ver caído al sin igual coloso:
Y en ese escollo su fantasma inmenso
Velando silencioso
Con su aureola de gloria,
Viendo pasar revoluciones, leyes,
Escarmiento de pueblos y de reyes 2
Es un padrón terrible de la historia.