Armando Uribe Arce

El diablo existe

Hay un trio en Chile por cuya boca cosas horribles están siendo dichas.

El cura Hasbún, Don Hermógenes Pérez y Juan de Dios Vial Larraín. El último escribió contra un remoto desterrado que no podía responderle en Chile porque en Chile ya no existía, sin voz y sin nacionalidad a causa del tirano y los suyos. Dice además (recién, ahora): los desterrados profitaban, vivían de eso (El Mercurio de 13 de diciembre de 1998, año malo). Y más aún, sobre torturas: “yo no tengo claro que eso haya sido así... Hasta diría: ¡No creo que haya gente que haga eso! No lo creo(...) parece muy artificioso”. Había escrito: El nombre fino de la venganza es derechos humanos.

Horror.

¿Aristotélico?

Dejémoslo.

Hasbún... ¿Cómo decir? Para éste no hay palabras. Califica a los hombres de parásitos. Compara con San Juan Bautista a Pinochet.

¡Lo compara con Cristo!

Sacrilegio. Dejémoslo porque es más peligroso, con su ropa talar. El nefando Hermógenes –que inventaba el suicidio de la mujer del desterrado en su diario “Segunda”- no ha sido más que el segundón, el arrenquín del Otro.

Y la antevíspera del Día de las Pascuas ( año noventaiocho, año nefasto, en entrevista en ese mismo diario) recuerda satisfecho las palabras siguientes del tirano opuesto, según él, a las torturas: “Una vez más y se acabó”. ¡Una vez más torturas! Que torturen una vez más. ¿Y se acabó? Tremendo acabo, acabamiento y acabose del mundo.

¿Qué hacer con ellos? Mellos, ¿serán ellos?

Uno se dice para sí (y ahora para ustedes) y se lo dice al trío: tal vez no sean responsables; quizás son inconscientes; seguramente, con certeza, absoluta certidumbre de creyente católico: el Diablo existe.

Posesión demoníaca.

No son culpables sino de aceptar ser receptáculos involuntarios de Lucifer el Padre de las mentiras maliciosas, necias, en apariencia veras, goteando sangre negra de corderos pascuales ( mientras el Diablo se relame, sarcástico, los labios). Ustedes (no los que leen, sino el trío) son los vehículos sin ruedas en que El (no Dios ni Cristo) recorre este país dejando huellas como de arado de tijeras con el fin de aplastarnos y de cortarnos en pedazos y eternamente torturarnos el Alma.

La poesía nace de los hechos
Sea que sean atroces o felices
(nunca de los indiferentes)
cuando los hechos surgen de denodados pechos
que se hinchan de furor o de gozos –entonces
el máximo sentido se encarna en las palabras.
Entonces es que tú con hacha labras
Piedras enormes dulces tiernas florecillas o la miel de los bronces
Musitas para ti con grandes gritos dices
Vengan a mí –o váyanse de aquí– terribles gentes.

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