Son mis últimas horas en este mundo, en esta vida,
que tanto me dio y al mismo tiempo me quitó.
Siento una opresión diferente en mi pecho,
diferente a las veces que rompieron mi corazón.
He sentido que me falta el aire, que ya no puedo más,
pero nada se compara con la espera para el más allá.
Estoy postrada en mi cama, desde hace días,
poco a poco he perdido la noción de mi misma.
Tantos años tratando de construirme, de hacerme de un nombre,
y ahora, ahora soy sólo carne y hueso en un colchón,
perdiendo el control sobre mi cuerpo y mente
ya no puedo hacer mis cosas tan fácilmente.
He tratado de recordar mis mejores momentos
pero no lo logro, toda mi vida parece perdida.
Toda una vida coleccionando recuerdos, y al final,
éstos desaparecen y te dejan un vacío mental,
y te sientes tan normal, tan del montón.
A veces abro los ojos y encuentro personas a mi lado,
algunas dicen ser mi familia, otras las desconozco.
Me tratan como un bebé, como si no pudiera atenderme yo misma
Me miran con lástima y suspiran, según ellos me miman
pero me hacen sentir un ser sin vida, sin utilidad alguna.
¿De qué me sirvieron todos los años que estudie y trabajé,
si al final me voy sin nada?, sólo tengo mi cuerpo maltrecho y destajado
un cuerpo que ha dado a luz, un cuerpo que no escapó del bisturí.
He dejado pedazos de mi por todos lados, me he desvivido y he amado
me he quejado y he gozado, y de errores me he llenado.
He vivido como nadie nunca y me he quedado corta de vivencias
y al final llega la muerte, a quitarme mis experiencias.
Me llena de frío y de impotencia,
se trepa a mi cual bestia sedienta
y cedo, no protesto.
Mi tiempo en este mundo se ha acabado,
bien o mal vivido y aprovechado,
esto para mí se ha terminado.
—Ari’at