Aquél árbol
(la sombra del inquebrantable cují)
El monte perenne, guarda en su carne el color de tus ojos
El cují también llora, bajo su sombra cae su alma desquebrajada y te cubre las huellas tuyas en mi cuero.
Ya florecido el cují, ya contento el Florentino
y tú, huracán que sacude al espinito y casi te llevas su sombra, casi te llevas sus flores
Al final solo llevaste
Mi pesar, un libro y las vainas.