Ojalá que la lluvia no te toque más, para que no haya sequía.
Ojalá que tú pedestal sea tu cárcel, y queden libres las hadas y los duendecillos en el bosque secular.
Ojalá que tu eco casi perenne abandone mi sentir;
Que cuando el tren me deje en la estación, pueda dejar de darte mi cantar.
Ojalá y al marchar, te sigan los ácaros del polvo,
Y que eso sea lo único que te lleves.