Antonio Daganzo Castro (Madrid, 1976) es poeta, narrador, periodista y divulgador cultural y musical. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado los poemarios Siendo en ti aire y oscuro (Ed. Slovento, 2004), Que en limpidez se encuentre (Ed. Vitruvio, 2007), Mientras viva el doliente (Ed. Vitruvio, 2010), libro recomendado por la Asociación de Editores de Poesía, y Finalista del Premio de dicha entidad, en la modalidad de mejor obra de habla hispana publicada en 2010, y Llamarse por encima de la noche (Ril Editores, 2012), editado en Chile, y Mención de Honor “Luis de Góngora y Argote” de Poesía, concedida por el Instituto de Estudios de Literatura Contemporánea (España). Además, ha sido distinguido en varios certámenes literarios: “La pluma exacta” (Ayuntamiento de Pinto, Madrid, 2001), y Mención de Honor en el Concurso de Cuentos Xicóatl “Wolfgang Amadeus Mozart” (Salzburgo, 2005/2006). También ha sido incluido en antologías como Agua: Símbolo y memoria (Ed. Slovento, 2006) y 12+1: una antología de poetas madrileños actuales (Ed. Endymion, 2012). Como narrador, ha sido traducido al alemán, y, como poeta, sus versos han aparecido en revistas literarias como Turia, Prima Littera o Piedra del molino.
Antonio Daganzo Castro (Madrid, 1976) es poeta, narrador, periodista y divulgador cultural y musical. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado los poemarios Siendo en ti aire y oscuro (Ed. Slovento, 2004), Que en limpidez se encuentre (Ed. Vitruvio, 2007), Mientras viva el doliente (Ed. Vitruvio, 2010), libro recomendado por la Asociación de Editores de Poesía, y Finalista del Premio de dicha entidad, en la modalidad de mejor obra de habla hispana publicada en 2010, y Llamarse por encima de la noche (Ril Editores, 2012), editado en Chile, y Mención de Honor “Luis de Góngora y Argote” de Poesía, concedida por el Instituto de Estudios de Literatura Contemporánea (España). Además, ha sido distinguido en varios certámenes literarios: “La pluma exacta” (Ayuntamiento de Pinto, Madrid, 2001), y Mención de Honor en el Concurso de Cuentos Xicóatl “Wolfgang Amadeus Mozart” (Salzburgo, 2005/2006). También ha sido incluido en antologías como Agua: Símbolo y memoria (Ed. Slovento, 2006) y 12+1: una antología de poetas madrileños actuales (Ed. Endymion, 2012). Como narrador, ha sido traducido al alemán, y, como poeta, sus versos han aparecido en revistas literarias como Turia, Prima Littera o Piedra del molino.
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Por Jesús de la Peña Hernández
Cuando presento a un poeta en nuestra tertulia, tengo por costumbre establecer un enganche con él para que la visión resulte más creíble a quienes vayan a escucharnos.
Antonio Daganzo no es una joven promesa como pudiera dictarnos la apariencia. Lo de joven salta a la vista de sus 35 años, pero de promesa no hay nada. Él es una auténtica realidad poética.
Nuestro amigo madrileño es poeta por vocación artística bien estudiada (es Licenciado en Ciencias de la Información) y mejor arraigada en lo cultural, especialmente en el ámbito de la música clásica a la que dedica su voz en la radio desde hace 15 años. Es natural, pues, que la música, su sentimiento y hasta sus instrumentos y elementos, pueblen su obra poética.
Está constituida ésta por estos poemarios:
- Siendo en ti aire y oscuro, Editorial Slovento. 2004, la primera obra poética que publica en solitario.
- Que en limpidez se encuentre, Ediciones Bitruvio, 2007.
- Mientras viva el doliente, también en Ediciones Bitruvio, 2010, que fue distinguido como Libro recomendado por la Asociación de Editores de Poesía, y figura entre los finalistas del Premio de dicha entidad, en la modalidad de mejor obra de poesía de habla hispana publicada en 2010. Actualmente se halla en prensa su cuarto poemario, primero que aparecerá fuera de España: será editado en Chile en el año 2012.
- También como poeta, Antonio Daganzo ha sido incluido en varias antologías, entre ellas Agua: símbolo y memoria (Editorial Slovento, Madrid, 2006)
- Como narrador, fue segundo seleccionado en el V Certamen Nacional de Cuentos “La pluma exacta” (Ayuntamiento de Pinto, Madrid, 2001), y ha sido galardonado con una Mención de Honor en el Concurso de Cuentos Xicóatl “Wolfgang Amadeus Mozart”, concedida desde Austria por la Asociación “Yage”, en pro del arte, ciencia y cultura latinoamericanos (Salzburgo, 2005/2006); el cuento distinguido fue traducido al alemán.
Cuando nos presentaron, Antonio, muy gentilmente, me regaló un ejemplar de cada publicación, con una cariñosa dedicatoria. Leí agradecido las tres y los tres títulos que, para mí, desgraciadamente, eran desconocidos.
El último me llamó poderosamente la atención. Parecía que tendría que haber un protagonista doliente: Se me había aparecido el enganche.
A la sazón tenía yo a medio leer el capítulo La danza macabra, el que precede al último, La noche de Walpurgis. La danza de la muerte, en alusión directa a la Totentanz alemana de Holbein traspuesta a un colectivo de condenados a muerte por la enfermedad. El término doliente se prodiga en la obra de Thomas Mann.
El primer tomo de La montaña mágica me recuerda mucho al, con razón famoso, Bolero de Ravel, que se inicia con el monotono representante del motivo de toda la composición y que va creciendo en intensidad y cantidad hasta conseguir un clímax final de danza multitudinaria y bien acordada.
Thomas Mann, en su Montaña mágica, hace aparecer desde el principio, al despreocupado protagonista que, como en el bolero, encontrará pronto a un comparsa que ha de acompañarle el resto de la novela: su doliente primo.
Poco a poco van creciendo los personajes y con ellos la profundización en los avatares de la vida que allí es más bien el crecimiento de las dolencias hasta el final, con una danza de la muerte, también multitudinaria. Sin embargo, Thomas Mann se despega de Ravel en que después de que el director ha hecho el gesto brusco de agachar la batuta para impartir el silencio largamente anhelado, él añade la coda de un último capítulo, La noche de Walpurgis que es un encuentro de amor en tono amable, tan anhelado asimismo por el lector, desde hacía bastantes capítulos.
En estas consideraciones andaba yo antes de llegar a casa y abrir el poemario de Antonio Daganzo Mientras viva el doliente. Para mi sorpresa, lo primero que encuentro es, antes de la Introducción, precisamente una cita de Thomas Mann, extraída de su Montaña mágica.
… La enfermedad era la forma depravada de la vida. ¿Y la vida? …
No he podido reconstruir la cita dentro de la novela para dilucidar si está puesta en boca de Thomas Mann, directamente, o de su personaje interpuesto, Setembrini que, al alimón con su autor se reparten intervenciones pedagógicas sobre el humanismo, la vida, la muerte, la enfermedad, el tiempo, la fisiología, la felicidad y cien cosas más.
Y ¿quién es el doliente en el libro de Antonio Daganzo? El hombre, pero sobre todo, un niño; sin duda, el autor niño. También en el sanatorio de Davos había niños que terminaron allí sus días. A nuestro poeta le fue mucho mejor, afortunadamente. Y por suerte para nosotros, lo recuerda.
El libro contiene 35 poemas que van desde el primero en que se alumbra la luz al hombre en el nacimiento
… / y el astro cobra luz de futuro mortal/ … / y se transforma en hombre: / enfermedad soy yo.
hasta el último que empieza con el final del primero:
Enfermedad soy yo / mas también su silencio, / su dormir impasible. / Llevo escrita la muerte: / La humana condición grabó en mi pecho / un alfabeto indescifrable / que mis ojos comprenderán sobre el abismo, / cuando ya nada importe.
para terminar en afirmación solemne:
Y cuando mire atento mi corazón cansado / hallaré puras fuerzas, desde el niño que fui desarrolladas, / para gritar ya hoy, / prendiendo pese a todo, un común fuego: / “Soy este hombre que ahora vive”.
La forma de expresión de Antonio Daganzo es de apariencia sencilla pero de interpretación difícil pues se apoya en un imaginario que con frecuencia vira hacia lo surrealista. El sueño o la ensoñación febril le ayudan. La colección de sus nueve sonetos titulada Perros de arena, son una buena muestra.
Retendré, sin embargo, algunos versos de entre ellos; los más directos:
… ¿Por qué calláis, a qué fingir, arteros? / ¿No comprendéis que el miedo me tortura, / que espero aún la calma del ladrido? …
en el primer soneto; o estos dos tercetos del tercero:
… Morir para olvidar, mas morir tarde, / que el alma tarde aprende su mentira, / su condición
de cuerpo ensimismado; / que tarde mi ilusión en ser cobarde: / a un cielo se encamina y ya suspira / por recobrar al dios que yo he matado.
El dios que nuestro poeta había hecho morir en estos versos anteriores:
La queja, / la voz más animal y al tiempo más humana. / … / La mayor evidencia de que el impulso divino está en nosotros. / Y de que Dios no existe.
conclusión que ratifica en el poema siguiente La inexistencia de Dios:
… / ¿Cuál es el sentido del humano sufrir? / si Dios ha creado al hombre, lanzándolo a la vida? / …
Para terminar me voy a referir al conjunto de nueve poemas que se agrupan bajo el título de Memoria del doliente.
Como dije antes, el niño era nuestro poeta cuando lo fue, y su memoria es lo que aquí nos dibuja. He tenido confirmación de que el cuadro clínico es el de una alergia infantil superpuesta a la maldita asma, y el cuadro plástico es el que nos ofrece ahora desde su madurez en el lienzo de sus recuerdos ensoñados.
La gente no suele dar importancia a ese cuadro clínico hasta que lo sufre. Yo he tenido ocasión de padecerlo en mi hijo mayor y en mi nieto menor, y me solidarizo con Antonio y con sus padres, a quienes, por cierto, dedica sus versos.
El polvo de la tiza, los hervores de la primavera (enero en primavera -ventanas cerradas en defensa del viento portador de polen-), los accesos agudos y los intermedios, cuando el niño aprendía a ser misterio de sí mismo al sepultar la mera sombra del ahogo, según nos dice el poeta.
Sin juegos, sin escuela (su madre se lo enseñó todo, en casa, pero sobre todo, que … no era / la espuria sombra de un dolor extraño, cruel e injusto / … , sin recreos ni compañeros que lo distrajeran. Nuestro poeta de hoy es deudor de aquel drama de ayer.
.. / forzoso prisionero de sus días sin calles, necesitaba la lectura / … / leer era vivir, / leer daba la vida que pasaba de largo / ante el doliente, / porque la vida enfermedad era entonces también vida de enfermo. / … / Fue la madre voluntariosa / quien enseñó al niño a leer. / Y fue así como un niño roto / nació, tan ileso milagro, / dos veces de su propia madre. /
Salidas extemporáneas al hospital en busca de respiración flexible, donde el niño, una vez no fue niño, pues lloró como adulto de frustración ya vieja.
El niño creció y pasó de la lectura a la escritura: El final de la enfermedad no fue brusco, tomó su tiempo, … / pero el verso encerrado, / cerrado en su constancia, / se fue envolviendo de una textura curva, / … / la asunción de los otros empezó a ser el reto, / vida afuera, / cuando las horas de quietud se incrementaron / y la ansiedad hubo de buscarse en alma extraña.
Bueno, pues así se hizo el poeta. Pero nadie mejor que él para contárnoslo.
Cuando quieras, Antonio.
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