Antonella Magliocco

Un papel con sabor a solución

Me lo dio sin decir una palabra,
un papel arrugado entre sus manos,
con un perfume que rozaba el alma,
como un suspiro guardado en el aire.
Era más que un papel,
era un trozo de su silencio,
de esas palabras que no caben en la boca,
pero que se sienten en el corazón.
 
Lo tomé con dedos temblorosos,
y al acercarlo,
el aroma se deshizo en mí,
como si cada gota de su esencia
tratara de explicarme lo que sus labios no podían.
“¿Podemos solucionar esto?”,
preguntaba el papel sin hablar.
Su perfume era la respuesta
y yo, incapaz de negarme
a un suspiro tan profundo.
 
Y en ese pequeño trozo de papel,
con arrugas que contaban historias
de discusiones y ausencias,
el mundo pareció encogerse.
No había más que el deseo de volver,
de encontrar en cada esquina un lugar
donde las heridas se curaran,
donde los pasos se reconcilien,
donde, finalmente,
el tiempo vuelva a ser nuestro.
 
Ese papel, con sabor a solucionar,
se deshizo entre mis manos,
pero en su fragancia quedaba
la promesa de un nuevo comienzo,
de que, a veces, solo hace falta un gesto
para reparar lo irremediable.

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