Antonella Magliocco

Tenía un departamentito que se volvió hogar de huéspedes

Tenía un departamentito, pequeño y tranquilo,
donde el sol acariciaba, tibio, el filo del umbral,
pero un día, sin aviso, llegaron voces y risas,
y el rincón se llenó de historias, de tiempo y de sal.
 
Las paredes antes solitarias, ahora contaban secretos,
de viajeros errantes que hallaron un rincón fiel,
y aunque cada uno llevaba su historia en el pecho,
todos compartieron un sueño bajo el mismo laurel.
 
El colchón, antes vacío, ahora guardaba sueños,
y el café, que antes se servía solo para mí,
se compartía en charlas que cruzaban las horas,
en ese pequeño refugio, donde el alma se abría allí.
 
De un departamentito que se hizo hogar,
con el eco de las voces, la calidez del abrazo,
se transformó en un refugio, en un lugar sin igual,
donde los huéspedes se quedaron, dejando su paso.
 
Y aunque al final partieron, dejando en el aire un suspiro,
mi hogar quedó lleno de huellas, de risas y de amor,
porque un departamentito puede ser más que un giro,
puede ser un refugio, un rincón, un resplandor.

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