Antonella Magliocco

Por cada vez que me digas te amo, yo el doble

Por cada vez que me digas “te amo”,
el eco se enciende,
y la habitación se llena de luz,
de palabras que giran,
que se multiplican,
que no dejan de saltar
como estrellas recién nacidas.
 
Yo,
yo te respondo el doble,
no en voz alta,
sino en susurros,
en gestos,
en silencios que explotan
en mil piezas brillantes.
 
“Te amo”, dices,
y el aire se sacude,
y yo lo devuelvo,
pero no con palabras,
sino con miradas que se quedan
en las esquinas de la noche.
 
Cada “te amo” tuyo
es un péndulo que marca el tiempo,
y yo,
yo te devuelvo el doble
en cada segundo
que se diluye
entre mis dedos
como la eternidad que no sabemos pronunciar.
 
Por cada “te amo”,
te doy dos,
y al final,
ya no sabemos si estamos contando
o si simplemente
somos dos universos
que se siguen expandiendo
sin fin,
sin freno.
 
El amor crece,
y se estira,
y se funde,
y al final
las palabras ya no son suficientes,
ni el eco, ni el doble.
Es solo el vacío entre nosotros
que nos habla en una lengua
que no necesita traducción.

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