Antón Sobrino

Esperanza caótica

Solo busco la verdad,
del que se irrita
por no entender porque palpita
el corazón en la cajita.
 
Un ritmo lento que me excita
al no entender si esta bendita
o maldita,
esta energía que en mi habita.
 
La razón de ser me precipita
sin dejarme ser consciente,
he visto luz y se que debo ser paciente, aunque lo intente
no ser pez muerto en la corriente,
respiro hondo y va latente
batallan ego y subconsciente.
 
Decís que todo esta amañado, corrupto,
la sociedad es la caverna de Platón.
No veo luces en mi habitación
ni sombras que capten mi atención
pero se que no está en la razón
las respuestas del corazón.
 
Soy prisionero de mi educación
pero es potente en mi alma la intuición,
en el camino se abrió una ventana
que llenó de aire fresco mi desgana, evolución interior infinita
como quien del cuerpo se desquita...
 
Entendí el todo en un Dios y dijo adiós,
se fue la fe, vinieron el tabaco y la tos. Madurez para la fruta divorciada
la sed de lo que nunca se acaba
perecer como vos si no sos nada
viajar para entender la encrucijada,
rara vez el sentir me agasajaba
con alguna caricia en la tez ensangrentada...
 
El pez no entiende la pecera,
como yo, el sentir ser un cualquiera,
o la rata, la trampa que le espera,
se oyen murmullos en la hormigonera
pues cada día, mejoran de la ceguera
que cubre el velo del sentido de la rueda
que cose estrellas en el techo de esta esfera, si tan siquiera yo pudiera...
 
Nunca tendré lo que deseas,
más si seré lo que se espera,
del que cuestiona hasta la era
de la manzana y no la pera,
Adan y Eva en la pecera
y yo el misterio de un cualquiera.

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