Fui hasta el viejo mar a pedir su consejo,
Y escuché como el océano gritaba nuestros nombres desde dentro,
En un coro de olas que iban y venian,
En unísono.
En celeste melodía, con las aves desde el cielo.
Su aroma salobre emulaba el dulce aroma de tu piel,
Y las nubes esculpieron tu silueta
en inmenso lienzo de papel.
El agua entonces abrazó suavemente mis dedos
Y supe que esas mismas gotas
Te hubieron bañado desde lejos.
Y fui feliz,
De encontrarte allí, donde no estabas,
De mirarte en el sol,
De extrañarte de corazón para saber
Que eras feliz.