“Adherido al saludo, sutil e implícito estaba tu deseo de ser mía. Tan fronterizo que podrías dar un paso al lado y yo no tendría evidencia para inculparte, tan presente que no podría suceder y hacer que me sorprende. Una pendiente mínima subimos, nunca de la mano, pero siempre mirándonos a los ojos: al querer darnos cuenta estábamos a años de altura y, entonces, tirarnos abrazados al precipicio abrazados cobra sentido.
Tras un vuelo estrepitoso, con aire violeta, calor de fricción acelerante y caída sinuosa, aterrizamos suavemente al inicio de la pendiente, como un recorrido circular. Respiramos profundo y ya no nos miramos a los ojos, debido a sentimientos cercanos a la culpa, miméticos.
Nos tomamos las manos, pero alejamos la vista: no sabemos si subir nuevamente, aunque queremos…”
Extracto de cuaderno " Sr. Domingo 7".
(2013)