Ángeles Díaz

PARTIR.

He de partir,
con un adiós tardío.
He de partir,
sin previo aviso,
así como quien se queda dormido en medio de una frase.
Espero que sea rápido,
porque rápidas son las cosas buenas.
Como los orgasmos que por más largos que fueron solo duraron apenas unos minutos.
Como la primera vez que dije “te amo”.
Como el primer amor,
que cuando se va
parece que apenas hubiera llegado.
Como el pequeño bocado de un helado
en un día caluroso,
o como la primera corriente de calor,
cuando abrazas a tu madre en un día lluvioso...
En un día triste donde nada ha salido bien.
Espero que mi adiós sea como voltear la almohada para el lado fresco,
o como quitarse el brassier después de una agitada jornada de trabajo.
No más alambres en la garganta,
ni ácido goteando en el estómago,
no más ojos nublados
no más labios rotos.
Y antes de irme me asomaré a ver a los perros,
y saldré a montar en cicla por el barrio que me ha visto crecer
empacaré las maletas con las risas de mi abuela,
y con los besos de mi hermano,
la llenaré de travesuras infantiles,
y de caricias de mi amado.
Será como escaparse de una fiesta,
o irse sin despedirse,
será como desvanecerse,
como hundirse en un mar
donde nadie irá a buscarte.
He de partir,
y a donde voy no necesito cepillo de dientes,
ni traje de baño,
a lo mejor lleve un frasco,
para meter allí los miedos que toda la vida me han acompañado,
y una vez libre de ellos,
pueda volar más alto.
Escalar el viento.
He de partir,
y hoy por la noche no podré dormir
porque tendré emoción
de que el viaje será mañana,
igual no importa,
en mi avión voy tan sola,
que nadie se fijará en mis ojeras,
nadie me preguntará
nunca más un maldito “por qué”,
a donde voy, ya todos tienen las respuestas,
o dejaron de buscarlas.
A dónde voy,
nadie me hará hablar.
Bogotá se olvidará de mi,
como olvidamos todos algún diario de la infancia.
Y eso, precisamente, es lo que deseo,
mi existencia ha sido tan penosa que no quiero dejar
marca ni huella alguna,
como lo desearía la mayoría,
quiero borrar el historial de los fracasos que soy.
Para mi sería una pena que alguien se tomara el tiempo de pensarme o de añorarme,
no vale la pena,
no valgo la pena,
yo lo que quiero dejar es un simple vacío
que se irá llenando con el tiempo.
Quien sabe como lo llenará cada uno,
hay maneras tan curiosas de coleccionar recuerdos, solo para olvidar ausencias.
He de partir temprano en la mañana,
y no tengo el dinero suficiente para un boleto de vuelta.
Pero está bien,
tampoco tengo ganas de volver,
no tengo ganas de saludar como amigos a los que fueron mis novios,
no tengo ganas de hablar con mi familia,
y descubrir como han dejado de ser mi familia,
no tengo ganas de ver los años que han envejecido a mis perros,
no tengo ganas de visitar las tumbas que un día fueron mis seres queridos,
no tengo ganas de escuchar como se ha llenado el barrio de gente nueva,
no tengo ganas de volver,
porque volver sería traicionarme a mi misma,
y ya he traicionado tanto,
a mis sueños y a mi infancia,
a mi gente y a mi país,
a mi especie y a los de otras especies,
que lo más bajo que puedo llegar,
el colmo de los colmos
sería traicionarme a mi misma.
2.
La vida me ha cogido distraída.
–Ángeles, despierta– y yo todavía estoy medio embobada.
—Ángeles, despierta que nos vamos.
–A donde nos vamos– digo yo con la boca pastosa y los ojos pegajosos.
—Ángeles ya es hora de partir.
–Quiero dormir– digo ofuscada.
—Ángeles, tienes que irte.
Yo me enderezo de mala gana y veo las maletas hechas,
Aun no ha salido el sol.
Estoy a tiempo para bañarme, desayunar algo, e irme.
Ayer tenía tantas ganas de partir,
que incluso dejé la soga y la silla puestas en su lugar.
Todo perfectamente planeado para no hacer ruido.
Para viajar en paz.
Pero hoy ya no tengo ganas,
no es que no quiera irme,
es que hasta eso me da pereza.
Quisiera seguir durmiendo.
quisiera seguir durmiendo,
hoy,
mañana,
pasado mañana.
Que mis noches no desaparezcan ni cuando sale el sol.
Y yo me pregunto
mientras veo el suave balanceo de la cuerda,
¿Qué será de mi?
vida mía,
qué será de mi si no puedo seguir durmiendo y tampoco me atrevo a treparme en la silla,
estoy suspendida entre ser y no ser,
entre existir y no existir,
y que conste, que nadie me preguntó si, en principio, quería existir o no.
¿Qué es vida mía?
ese monstruo que vive en mis venas,
¿Cómo podré quitármelo de una vez por todas?
la gente lo mima, y le llama Esperanza
hacen del monstruo una mascota,
y lo aman.
Pero para mi ese monstruo al que le dicen Esperanza,
no es más que una terrible pesadilla que se ha vuelto real,
no me deja morir en paz,
tampoco me deja dormir en paz.
Se burla de mi,
de mis intentos fallidos,
de mis primeros pasos.
De mis planificaciones,
de mis cartas de despedida.
Y cada vez que la vida me dice –Ángeles, es hora de irte...
el monstruo me coje de los tobillos,
y me paraliza.
Al final siempre es lo mismo,
allí se quedan la cuerda y la silla
las valijas hechas,
las cartas de despedida.
Y entonces escribo estos malditos poemas,
que son lo único que tengo,
lo único que me queda
mis poemas
mis poemas
mis desdicahdos y mediocres poemas
que no son más que un desesperado
a
y
u
D
a.

#ayuda #sad #triste poesía

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