Ángela Figuera Aymerich

Inhibición

No quiero irme viviendo, irme muriendo
en este remolino de los días,
ciegos de prisa, locos enredados,
mordiéndose las colas, resbalándose
por rotas espirales de impaciencia.
 
No quiero irme —¿adónde?—con el río
indócil, desbridado, de aguas negras
que huyen acongojadas
—¿de qué?, ¿de quién?—llevando peces muertos
en el espeso légamo del fondo
y un crepitar de estrellas degolladas
sobre la superficie.
 
Me quedaré en la orilla, aunque me toque
las sienes duras, frías como piedras,
dejadas en la noche junto al agua.
Los dedos como juncos sumergidos
batidos sin cesar por la corriente.
y el corazón ruinoso, embarrancado
como una vieja barca sin velamen.
Preferido o celebrado por...
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