Alfonso Reyes

El mal confitero

Es Toledo ciudad eclesiástica.
Para sola una noche del año,
Sus vides domésticas
Dan un vino claro.
 
Un vinillo que el gusto arrebola
Del epónimo mazapán,
Y que predispone muy plácidamente
Para recibir hasta el alma del aroma Canonical
De las uvas negras en aguardiente.
 
Y es que la Iglesia
Consiente la gula:
Para cada antojo hay una licencia;
Para cada confite, una bula.
 
Y cándida azúcar chorrea
Por el transparente de la Catedral;
Y en sus brazos arrulla la Virgen
Al pequeño dios comestible,
Rosado y salmón;
Y ¡oh, que famosas tajadas de Alcázar
Si, como es granito, fuera turrón!
 
Y es que la Iglesia consciente la gula;
Y monja sé yo que toda es azúcar.
Y que tiene vicioso al cielo
De la miel hilada al pelo,
Y sabe hacer unos letuarios de nueces,
Y otros de zanahorias raheces,
Y el diacitrón, codonate y roseta,
Y la cominada de Alejandría,
Y otras cosas tantas que no acabaría.
 
¿Pero aquel confitero que había,
que en azúcar y almendra y canela
los santos misterios hacía?
La Pentecostés y la Trinidad,
Y el Corpus y la Ascensión,
Y un Jesús casi de verdad
Con una almendrita en el corazón.
 
Pero tiene sus reglas el arte,
Y a cada figura, su parte.
Y también había un Luzbel
Con una cara ácida y larga,
Y le ponía en el corazón
Una insólita almendra amarga.
 
¡Terror de las madres: muerte solapada
en las golosinas!
¡Sazón a mansalva,
con el cardenillo de las cocinas!
 
Bien se yo que tiene sus reglas el arte,
Y a cada figura le toca su parte.
Mas ¿garapiñar almendras amargas,
Así sean las del corazón?
Caridades escusadas,
A fe mía, son.
 
¿Disfrazar un Luzbel con maña,
que se lo confunda con un Salvador?
Caridades excusadas,
A fe mía, son.
 
¡Oh, buen hacedor!
Hay arte mejor:
No me vendas rencor en almíbar,
Si he de hallar acíbar
En el corazón.

#EscritoresMexicanos (1922) Huellas

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