Quise jugar de duro,
ponerle precio al olvido,
convencerme de que el amor
era un bien de cambio,
que en cualquier esquina
bastaría un par de labios
para zurcir la herida.
Quise fingir que no dolía,
que el orgullo es más fuerte que la nostalgia,
que tu ausencia no era más
que un desierto fácil de llenar.
Pero ya ves...
la noche es larga cuando faltan tus caricias,
y el alma, por más dura que se ufane,
se quiebra en la sombra
de esta soledad amarga.
Y aquí me ves,
apostando sonrisas en mesas de duelo,
pagando con vacío,
el precio de jugar a ser invencible,
perdiéndolo todo...
y a ti dándote igual.