Alberto Cerda

Amaneceres Contigo

 
Cada mañana deslizaba su mirada pausada;
al amarla, la contemplaba sin despertarla.
La acariciaba, dejando escapar ternura
en cada movimiento, en cada respiro.
Con cuidado adornaba su deseo,
transportándola al abismo de la locura.
 
Compartía sus instintos sobre su piel,
y entre sus manos derrochaba luceros.
A veces lento, otras veces desbocado,
sus ansias ardían, sin frenos, sin tiempo.
Sus ojos la derretían en sus pupilas,
hasta que el alba anunciaba su llegada.
La admiraba dormida, perdida en sus brazos.

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