Solamente déjame respirar. Te ruego que no aparezcas hoy. No me mires, y si lo haces, al menos, regálame mi último día sin ti.
Escribo para no dudar que aún existo en este mundo, que a pesar de que sienta que todo dentro de mí está por pudrirse, quiero tener unas horas más para ver el amanecer, tumbarme bajo las sombrías capas de humanidad que me quedan y esconderme del monstruo que me caza desde que mi primera pared se derrumbó. Hubiese querido sostener con más fuerza aquella pared, o quizás no dejar que las otras se cayeran sin siquiera evitarlo. El monstruo avanza, y es tan sigiloso, puedo ver como se acerca y yo en mis vanos intentos, me escondo. Al comienzo me hizo creer que eramos amigos..., que equivocado estaba.
Mi humanidad y el tiempo mismo van llegando al encuentro final, donde no hay más espacio para correr sin dar el último salto hacia el vacío. Llevando en esa caída, mi vida entera. Y al caer todo se romperá en millones de pedazos..., y luego de eso ya no habrá nada. Será como si nunca hubiese existido.