Agustín Acosta

Mi corazón y yo

Mi corazón y yo
 
Mi corazón y yo dejamos la ciudad.
Atrás, piedra labrada a cincel, aguas muertas,
estrechos callejones, suntuosos paseos,
multitudes, atrás...
 
Mi corazón y yo dejamos la ciudad.
 
Pálidos rostros; prismas en el andar; tumulto
heterogéneo, multicolor; indiferencia
y estruendo y rapidez y fuga, y catarata
de cristales y espumas de odio. Y la mentira,
vencedora aparente de la eterna verdad.
 
Mi corazón y yo dejamos la ciudad.
 
Quede atrás la desecha ilusión; la esperanza
ha de reaparecer en otra parte,
más vestida de verde que en los parques urbanos,
más de luz que en los tristes focos de las esquinas.
 
Mi corazón y yo dejamos la ciudad.
 
Dame la mano, corazón, o tómame
de ella. No sabemos quien ha de ser el guía.
 
Tú o yo, ¿qué más da?– somos la misma cosa.
La diferencia es una: cielo o tierra.
¿Cuál es el cielo de los dos? Tú eres
el cielo cuando late tu bondad invisible
y yo la tierra cuando las pasiones
te humillan. O yo el cielo cuando canto
si es que no cantas tú, porque, bien visto,
si canta el corazón cielo es la tierra.
Si canta sólo el hombre el canto es sombra.
 
Dame la mano corazón; ahora
voy a cantar: tú cantarás más tarde,
cuando mi oscuridad te necesite.
¡Lo que tenemos que cantar, hermano!
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