Adriana Castillo
mí hace tanto tiempo eres hombre desde recuerdos sin soy alma mar llegas olas porque hojas qué hoy están tan mía respiración soledad sobre cómo más preciado tesoro silencio sentidos tí hacia para cuerpo ganas sombra nada éste tus viejas eterna ser andar dejé escritas secarse sol opaco profundidad dobladas tornaban grisáceas silentes esperaban tinta negra agonizante sangraba limbo olvido acordaba encontrarlas mezclan unas otras eufóricas aclaran reconocen ellas como hermanas sacarlas secas profundidades sempiternas devoción yace nefelibata resiliencia abandono abrazada esta melancolía perenne siento añoranza meliflua almohada inconmensurable lobreguez quedado dormitando dulce sueño dejado recuerdo indeleble epidermis apareces junto cerrar ojos entrar órbita ingrávida agitan despertaste deseo pasión aletargados yacían sombras tatuando besos mándalas éxtasis piel llegaste vida repentinamente entraste temerosamente llenaste suave erotismo delicia sospechada entrega mutua ardiente erupción reposará latente serenas bóvedas allí permanecerá aguardando alturas lento volar noche sí misma entre sopor música abriendo pensamientos guardados sorprendo colgando nombre notas piano asomo mirada tudel saxofón apacibles acarician adivino calmo supongo atento dibujo cerca proyectando volando tarde lluvia fría oscura escenario perfecto drama locura estremece frio corazón congela ésta insípida esperanza ya ofrece luz tiniebla espesa rumbo deambular futuro presente pasado huella pisadas nunca caminadas vacío espacio lleno playas suaves humedeces arena orilla grandes frescas arrasando alejas dulzura salada atormentada calma agua adentras renuevas estar agitas navegas ondeas hundo amar
