Barcos de vapor.
A lo lejos se asomaban humeantes serpientes de vapor,
embravecidas por los cánticos de un réquiem de suspiro.
El sol lucía apagado, sin aire, mientras que el cielo
se fundía en lágrimas de cobre y fuego,
devorando los gritos ahogados de un naufragio.
Un sonido ensordecedor abundaba con fiereza
sobre el cielo abrumado y enloquecedor.
Acostumbrado a las altas llamas de unas olas titánicas,
catedrales que se erguían sin ton ni son,
con sus flamígeras torres en un terreno apocalíptico.
Las temerosas tinieblas que un día llegaron a gobernar,
se postraban como tridentes de fuego sobre las llamas
de un mundo donde las sombras engullían con fuerza a sus presas.