Como desconocidos
nos miramos de soslayo,
con la esperanza de que el otro,
finalmente,
se quede dormido,
para desnudarnos
de todas nuestras hipocresías.
No nos queremos ver
desde nuestro lugar de la cama,
sólo de vez en cuando
libramos ese obstáculo
y tocamos nuestros viejos cuerpos
cansados,
hastiados por la costumbre
de tener que decir no.
Y exhalamos el suspiro
que se desprende del reto
de hacer otra vez, el amor.
Esa es la realidad,
quien diga lo contrario, miente.
Yolanda Mar S.