Se que he de morir en alguna estación del año,
no me da miedo,
no me da sed.
Se que el llanto ajeno y multitudinario,
no evitará la partida,
mucho menos detener el reloj.
Los montes de la nación harán un recorrido
transnacional tras la ventisca.
y en el vientre de fin,
un vehículo concluido.
El crepitar de las hojas despertará las ansias,
los frutos de los despojos,
la barbarie,
la azuleja ansiedad.
El barco alado subirá la calma,
los colibrís besaran el polen,
la tranquilidad.
Los cantos póstumos se convertirán en canción,
quizás en tango o quizás un vals.
Secretos mentales varados,
tras viaductos proféticos culminados,
insensatez pasmada.
Reproducción efímera vital,
remanso otoñal perpetuo,
los rezos están demás,
en socavón tendré caspa,
el clero apuntará mi final.